Otro corto cuento.
Empezaba a entrar el sol por la ventana de pleno diciembre, muy vivo y latente pero acompañado de un aire fresco que hizo que abriéramos los ojos repletas de felicidad y llenas de alegría. Hacía mucho que una mañana no empezaba con la letra de esa hermosa canción en inglés con la que reflexionaste sobre la vida aquella vez que mirabas el pájaro perderse en el atardecer. La mañana fue tan divina, un rato largo en la cama iluminadas por los reflejos del sol pero tapadas por la brisa de las sombras, otro rato en la terraza desayunando y sin poder creer que en algún momento esto era realmente verdadero. Era como si nuestros cuerpos se hubieran resignado a la separación, hubieras descartado la distancia porque no podíamos parar de estar en contacto, desde las manos, las piernas, las caricias, las bocas y como siempre... las miradas. Estaban destinados a estar juntos, tan suaves y tan compatibles como un rompecabezas. Regabas hermosa y los jazmines con su perfume nos hicieron volver
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