La comodidad de la tristeza

Me queda cómoda la tristeza. Estuve estos días compartiendo filosofías con amigos tan bohemios como hermosos, llegamos a miles de conclusiones pero una de las que más me gustó fue la que involucraba la comodidad de la tristeza como slogan de cada día.

Hacía unos días estaba descubriendo, volando, con los ojos brillosos y la sonrisa despierta, sincera.
Yo sentía que todo iba a ser, una vez más utópicamente, un camino de felicidad sin sombras ni momentos de frío.
Bueno, la realidad es que hoy, donde estoy... o mejor dicho donde vuelan mi mente y mi corazón, no hace frío ni tampoco hay sombras. Simplemente hay silencio.

No espero que nadie y nada tenga las respuestas servidas que siempre esperé porque entendí y realmente entendí, que cuando tomamos acción sobre todo eso que soñamos (hablo siempre desde la individualidad) las reflexiones son  más maduras, llevan su tiempo pero están llenas de un silencio sanador y protector...de introspección.
Otra palabra que aprendí a desarrollar en las últimas semanas.

Pensar, pensar, pensar.

Pensar con uno mismo, debatir y pensar con todos los que somos por dentro y así en paz, enfrentar. Ningún resultado, a pesar de no ser el esperado, es malo. Algunos pesan más que otros, algunos son más díficiles de descubrir, pero todos los resultados son aprendizaje nuevo para abrir corrientes de propia evolución.

Me queda cómoda la tristeza. Lo compartí con mi amigo, el artista porque entendemos de la inspiración. La inspiración es tan notoria y profunda como real cuando proviene de la tristeza o del enojo... basicamente de la oscuridad pero porque está escrita con sangre, es más real, es más necesaria de exteriorizar. El planteo fue ¿Que hacer para que esa tristeza sea canal de arte y palabras y no sea parte de mis días?

Bueno, ahí estoy ahora. Tratando de amigarme con la felicidad y el desinterés. A veces lo chato está bien, a veces las ganas de escapar son salidas repentinas de esa aventura que tenemos inconclusa en la parte de atrás de nuestros cuerpos.

Me siento cómoda en la tristeza. Porque es real. La tristeza es tan parte de mi persona como todo lo malo que tengo: mis miedos, mis conclusiones equívocas y el peor de mis fantasmas: mi inseguridad.
A veces termino pensando que soy la única que ve las cosas tan claras como creo que las veo y otras mañanas pienso que no es lo que quiero ser. Tan inevitable la inseguridad como sentirme cómoda con la tristeza.

Lo positivo de la historia, el relato o la sensación es que sí; elegí hace unos buenos meses nunca más defraudarme y lo logré. Yo soy y camino orgullosa de mis palabras, de mis acciones, de mis conclusiones. Yo soy mis sentimientos.

 Puedo sentir celos, fracaso, rechazo y todas esas mierdas podridas, pero al menos me resguardo a mi misma por medio del silencio; todo un logro para un ser como yo que creció a los golpes expresando sin pensar. Hoy respeto cada uno de los sentimientos que aparecen para dejarme una lección. Los invito a ser reales, nos sentamos frente a frente, nos miramos, debatimos, nos peleamos y a veces nos consolamos mutuamente llenándonos de amor. Logrando mi propio respeto por medio del silencio, no paro de crecer.

Uno de mis más preciados aprendizajes, es que no siempre los sentimientos quieren ser juzgados...como nos pasa a las personas. Entonces pensé: ¿Porqué exponerlos? Prefiero darles el tiempo que necesitan, las canciones que necesitan escuchar, las lágrimas que necesitan soltar, esas charlas de las que hablé arriba hasta que ellos, los más vivos y ardientes sentimientos, decidan qué hacer con lo que son. Yo hablo con lo que ellos quieren hablar: sus palabras, sus miradas, sus tiempos.

Me comprometí a honrar cada una de sus consecuencias y por eso es cada vez más deconocido el arrepentimiento.
Me siento cómoda en la tristeza pero aprendí a decantar.
Mucho aprendido y mucho más por aprender.



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