El ritmo de mi sangre.

 

Subir escalones para encontrar una paz donde todo lo que venía significando la tormenta se transforma en una pausa, donde ya no es tan importante lo que pasa al rededor sino lo que va corriendo por los canales del cerebro.

La noción mucho más seria, los miedos más lejos pero sumamente aceptados.

Descubrir emociones nuevas mediante experimentos que solamente yo misma entiendo, mis propios límites ya manifiestos y maduros.

Tan arriba como abajo, pero en el medio estoy yo. Muy repetido todo a cierta altura de la vida, incluso las palabras o las expresiones. Es cuestión de empezar a escribir me dijeron el otro día, así que es lo que estoy haciendo a pesar de que ya no confío en la belleza que soltaban mis palabras. Ahora confío más en la templanza de mi silencio.

Equilibrar las fibras del cuerpo me llevaron a lugares desconocidos que definitivamente necesitaba enfrentar; divinos, tranquilos y un poco vacíos también.

Ya no creo tanto en todo, me cuesta confiar cada vez más. Confiar en mí, esa es la que estoy aprendiendo, eso que tengo buenas historias para contar pero a veces cansa escucharlas entonces mejor me las recuerdo a mi misma mientras me baño para volver a entender alguna que otra raíz que me sale de vez en cuando y de paso para entrenar la memoria que más selectiva y vaga se vuelve con la edad.

Si me alejo bien bien allá donde nadie me ve, si subo al escenario, si lloro. Ah, llorar.

Y bueno, como para concluir este acercamiento a lo que me rodea, manifiesto que en la adultez el sexo es un mundo nuevo que se choca y explota con las mentes de hoy, mentes más volátiles, fanáticas y perseguidoras de libertades y buscadoras de convicciones o al menos de comodidad... chocan y explotan esos dos universos y no se muy bien como explicar todo lo que quiero decir, me falta vocabulario para hacerme entender de la forma correcta, cuando no?

El ritmo que está llevando mi sangre, me cabe. Me sienta bien para vivir no tan bien para soñar.



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